
Sé que es tarde, pero necesito hacerme otro café antes de salir de casa. Hoy me espera un día largo, tengo un montón de coses que hacer. Así que me dirijo hacía la cafetera.
Al entrar en la cocina me doy cuenta de que dejé los táperes que saqué del lavaplatos en la encimera, donde los puse esperando que se acabaran de secar solas. Tengo que reconocer que me da mucha pereza secarlos.
Enciendo la cafetera, compruebo que queda agua para un par de cafés y mientras espero que se caliente decido guardar los táperes en el armario.
De repente, de reojo, me doy cuenta de que el piloto que indica que la temperatura es la correcta se ha puesto verde. ¡Ya puedo hacer el café! Le doy al botón y empieza a salir el chorrito de café.
No huele bien, pienso mientras intento que quepan todos los táperes en el armario. Me detengo un momento y observo que lo que sale de la cafetera es simplemente agua sucia. ¡No he puesto la cápsula!
¡Ya verás que al final voy a llegar tarde! ― exclamé
Saco la taza y la enjuago con un poco de agua. Cojo una nueva cápsula del dispensador, dándome prisa. Estoy empezando a ponerme nerviosa, cada vez es más tarde. Le doy de nuevo al botón para que la máquina empiece a hacer el café.
Mientras voy ordenando los táperes por tamaños intentando que ocupen menos espacio en el armario.
―¡Ahora sí que huele a café!
Me giro para apagar la cafetera y de repente me doy cuenta de que no había vuelto a poner la taza, que seguía en el fregadero.
―¡Madre mía! ¡Que fallo! No me he acordado de volverla a poner.
La cafetera que, por cierto, había limpiado ayer, se ha llenado de café. Por suerte no ha desbordado por la encimera y sólo tengo que vaciar el recipiente de la cafetera.
―Ay, ¿Por qué me pasa todo a mí?
Tiro la cápsula de café y me dirijo a coger otra cuando un pensamiento me aborda, creo recordar que he cogido la última. Y así es, cuando abro el dispensador observo que solo quedan algunas capsulas de café descafeinado.
―¡Cómo no haya otra caja me da algo!
Voy a la despensa y observo que por suerte quedaba una caja.
―¡Qué no me olvide de apuntar en la lista del super que hay que comprar café!
Vuelvo a la cocina deprisa, nerviosa, pensando que estaba desbordada, que llegaría tarde al trabajo y que tenía un montón de cosas que hacer.
Ahora sí, pongo la taza, pongo la cápsula y compruebo que todo esté correcto. Tengo que encender de la cafetera de nuevo. He tardado tanto que se había apagado de forma automática.
Mientras espero que vuelva a estar preparada para hacer café me planteo si dejo los táperes encima del mármol, los pongo a presión en el armario o los tiro directamente por la ventana. ¡Qué estrés!
La máquina está a punto. El enésimo café está preparado para salir y llenar mi taza. Mientras, sigo pensando en qué hacer con los táperes, tengo demasiados, de distintas formas y quizás debería tirar algunos o guardarlos en otro sitio.
Un ruidito me despierta de mis pensamiento. Reconozco el ruido. ¡Nooooooooo! ¡La cafetera se ha quedado sin agua!
―Ya haré el café en otro lado, me voy, no puedo más. Todo me sale mal. Yo solo… yo solo quería hacerme un café ―pienso mientras recuerdo que necesitaba otro café.
Decido intentarlo de nuevo, si no quizás me coja dolor de cabeza y con el día que me espera, solo me falta esto.
Esta vez pongo agua, reviso que todo el sistema se haya llenado, pongo la cápsula y dejo la taza en su sitio. Le doy al botón y observo como empieza a salir ese chorrito de café negro. Lentamente noto como empiezo a sentir ese olorcito que tanto me gusta. Cierro la cafetera, observo las últimas gotas que, aunque son marrón oscuro, brillan con la luz y parece que bailen en el aire antes de sumergirse en el resto de líquido que contiene la taza. Veo como algunas ayudan a formar esa débil espuma que se queda en la parte superior y que tanto me gusta. Mientras, me doy cuenta de que ya estoy disfrutando de mi café.
Y me pregunto, por qué no podía haber dejado los táperes en la encimera y simplemente hacerme un café. Intentaba aprovechar el tiempo, pero no ha sido así. No solamente he invertido más tiempo del que hubiese invertido haciendo una sola cosa, si no que ese tiempo lo he perdido al no disfrutar de él.
Y aunque sé que es tarde, ahora paro unos segundo, mientras intento saborear ese tan deseado café que va a ayudarme a despertar. Y que en ese preciso momento me recuerda, que aquí, ahora, en mi presente sólo estamos él y yo y esa agradable sensación.
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