
Puse la llave en la cerradura, abrí la puerta y entré en casa. Sin pensarlo dirigí la mirada al comedor, «lo sabía, es que lo sabía» pensé al mismo tiempo que sentí que mi cuerpo quería pasar a la acción.
―¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido el día? ―dijo tranquilamente desde el sofá, levantando la mirada de la tablet como si nada.
Noté como se calentaba mi sangre, no aguanté la presión y dije lo que no quería decir, intentando que no se notara mi malhumor:
―¿Has ido a comprar?
―Iba a ir ahora, cuando acabe lo que estoy mirando― contestó sin inmutarse.
―Quedamos que irías a primera hora. Necesito algunas cosas para hacer la cena― añadí, ahora ya, sin intentar disimular mi enfado.
―No pensaba que llegarías tan pronto. Ahora voy, no te enfades― dijo con calma.
―No hace falta, ya voy yo― respondí mientras cogía el carro de la compra y volvía a salir por la puerta por la que había entrado hacía solo unos minutos.
Me encontré en la calle, dirigiéndome de manera automática hacia el supermercado pensando que no entendía nada. ¿Cómo había acabado yendo yo a comprar? ¿Por qué me pasaban estas cosas a mí? ¿Por qué siempre tenía que hacerlo yo todo?
―Estoy tan cansada ―murmuré en voz baja.
¡Y de repente algo me hizo despertar de mis pensamientos!
«¡Vaya!! ¡He vuelto a caer en la trampa, en mi piloto automático, en mis creencias y me he dejado llevar por los hábitos que he ido generando durante mi vida! ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Por qué me siento así? Estoy aprendiendo a conocerme, el autoconocimiento me ayuda, pero… ¿Ahora tengo que ponerme a pensar que hay en mí que hace que me sienta así? ¿Qué los demás no son responsables de mis sentimientos? ¡Con lo fácil que es pensar que él tiene la culpa de lo que pasa! Quedamos que iría a comprar y no ha ido, está claro que no ha cumplido su parte. Parece que quiera amargarme la vida».
―¡Para! ―dije casi en voz alta― ¡Primero hay que parar estos pensamientos!
Aunque sea más fácil hacer responsable de lo que pasa al otro, yo buscaba la paz y la tranquilidad dentro de mí, así que debería saber por qué había actuado así, antes de llegar a casa y que todo acabara en una larga y dolorosa discusión que me llevase otro vez al sufrimiento.
―No quiero sufrir más ―volví a murmurar.
Una de las claves para dejar de sentirse así es darse cuenta de que los demás lo interpretarían distinto.
Si se lo explicase a Nuria, seguramente me daría la razón, pero Susana diría que, si no hay cena, no se cena o se hace otra cosa para cenar, y punto. Sebas me preguntaría si de verdad era tan urgente que no podía esperar un rato.
Así podía saber que lo que yo había vivido solo tenía que ver conmigo.
Empecé a buscar los conocimientos que había aprendido con el crecimiento personal.
Ya había reconocido que abrir la puerta de casa detonaba mi mal humor, igual que el olor a café despierta las ganas de fumar al fumador. Maldito hábito que yo desconocía tener, y aún sabiéndolo hoy había vuelto a caer. «Hoy estoy cansada, por eso me he despistado» pensé.
Falta decir, además, que todo empezó cuando la realidad no era como yo deseaba que fuese. Querría que él hubiese ido a comprar y lo tuviese todo guardado, y choqué con una realidad que no era como yo quería.
Le podría añadir mi tendencia a tenerlo todo controlado. Si las cosas no eran como yo quería, prefería hacerlas yo, para no perder el control.
Y él, en el sofá, con la tablet, en realidad me hacía de espejo. Estaba tan cansada que querría estar yo, sentada en el sofá. Pero pensaba que no podía, que no tenía tiempo. Por eso me enfadé.
«¿No puedo? ¿De verdad no puedo? Me pregunto qué hubiera pasado si hubiese dejado que él fuese a comprar. Hubiese tardado el mismo tiempo en tener las cosas que necesitaba, pero yo habría descansado un rato».
¡Vaya con el crecimiento personal! Y es que yo no soy responsable de esos hábitos generados sin saber, en base a las creencias que he ido integrando de mis padres, la sociedad y la gente que me rodea, pero sí que puedo encontrar en ellos, la clave para evitar este sufrimiento.
La próxima vez, quizás cuando me diga “Ahora voy”, dejaré que él vaya a comprar mientras yo me siento en el sofá a descansar.
Me pregunto si seré capaz de sentarme o aprovecharé a poner una lavadora mientras él vuelve… tengo que seguir trabajando en ello.
¿Quieres que la realidad sea como tú quieres que sea? ¿Sufres porque la realidad no es esa imagen mental que tú te has creado de la felicidad y luchas por intentar cambiarla? ¿No puedes soltar el control y te sientes la victima de lo que te sucede? ¿Te sientes identificada con la historia, aunque piensa que tu caso es diferente? Esta es mi interpretación no la tuya, sin embargo, darte cuenta de que eres responsable de todo lo que sientes, no es el camino a la culpa sino hacia la paz. Echar la culpa a los demás de lo que te sucede solo es el camino hacia el sufrimiento.
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